“Si el grumete supiera y
el comandante pudiera...
todo se hiciera”.
-Refrán marinero-
Es preciso saber que, a finales del siglo XVIII, el nombrado Pedro
Dominique Toussaint Breda, ejercía el oficio de cochero del conde Breda,
su amo, y tiempo después, en el 1776, como una de esas circunstancias
del destino, aparece de nuevo en la historia como comandante de una
columna de haitianos combatiendo en contra de los franceses, apoyado por
los españoles, en momentos en que Inglaterra y España se unieron en
contra de Francia, y los ingleses que estaban en Jamaica ocuparon
algunos pueblos del Este de Haití .
En una maniobra oportunista, que demuestra la génesis de la psiquis
haitiana, Toussaint se cambió de bando y fue ascendido a General de
brigada del ejército francés.
Con este acto logra liberar a las comunidades que estaban en manos de
los ingleses y españoles, logrando también este antiguo esclavo,
cambiar su nombre al de Toussaint L’Ouverture, convirtiéndose así en el
primero de los negros que soñó con una Isla, no como colonia francesa,
sino como un país de negros independientes. Pero, a 4,548 millas de
distancia, soñaba también otro pensador, pero de forma opuesta: Napoleón
Bonaparte.
Es así como desde 1800, Toussaint L’Overture, gobernador y comandante
en jefe del ejército francés en “Saint Domingue”, gobernó
omnímodamente tratando de devolver a la colonia el mismo esplendor
económico de antaño. En ese interregno Toussaint se encontró al frente
de la colonia que había sido la más rica del Nuevo Mundo.
Toussaint pretendía conformar un Estado autónomo afiliado a la
república francesa, y para eso, redactó una Constitución que era una
copia fiel de la francesa- adaptada a sus planes-. Es donde por primera
vez se plantea que “la República es una e indivisible” (tal como se
propone en la francesa), y que con el paso del tiempo, la “vox populi”
ha malinterpretado bajo el argumento de que en la constitución haitiana
se afirma que “la isla es una e indivisible”. Curiosamente, esta
afirmación es enarbolada de ambos lados de la frontera, en una compleja
mezcla donde se entrecruzan intereses, pasión o ignorancia.
Tiempo después, por razones geopolíticas de la época, se llevó a
efecto el Tratado de Basilea del 1795, entre Francia y España, suscrito
con la intención de pasar la parte Este de la isla Española a Francia,
pero Napoleón no le dio cumplimiento al mismo, y como consecuencia, en
el 1801, Toussaint, invadió la parte Este sin permiso del emperador
francés.
Entonces, Napoleón decide enviar tropas a Haití, y en el 1803,
Toussaint es apresado y llevado a la cárcel Besancón, en Francia, donde
murió.
Tras su muerte fue sustituido por el general Dessalines, quien
proclamó la independencia de Haití en el 1804, y menos de un año
después, en el 1805, nos invadió, falleciendo en el 1806. A la muerte de
éste, otro caudillo haitiano de nombre Christophe, creó un imperio en
el Norte, mientras que en el Sur, gobernó el general Pétion, repartiendo
tierras a ciudadanos libres en el Estado que él creó. Después surgió
Boyer quien unificó las dos partes (Norte y Sur) de Haití, invadiendo
nuevamente la parte Este de la isla en 1822.
En todo este proceso histórico que abarca más de 20 años, los
haitianos instauraron un aparato jurídico basado en el Código
Napoleónico, protegiendo las clases más bajas de la sociedad y, dando
una muestra clara de racismo, se prohíbe a los blancos ser propietarios
de tierras.
Como referencia histórica, me permito citar un fragmento de la
Constitución de Toussaint de 1801, que expresa textualmente al final:
“Fait au Port-Républicain, le 19 floréal an IX de la République franÁaise une et indivisible”, cuya traducción es: “Hecho en el Puerto Republicano, a los 19
floreados, año nueve de la República francesa, una e indivisible”.
Es bueno aclarar que esta fórmula existió durante varios años y que,
como slogan, quería afirmar la cohesión del concepto republicano de
integración social en el período revolucionario francés.
Derivada de esta declaración inicial, la Constitución haitiana de
1987 dice textualmente al comienzo: “Haiti est une République,
indivisible, souveraine, indépendante, coopératiste, libre, démocratique
et sociale”, cuya traducción sería: “Haití es una República,
indivisible, soberana, independiente, cooperativista, libre, democrática
y social.”
Para entender mejor esta problemática hay que saber que la ocupación
de tierras comuneras en la parte española de la isla, no dio el
resultado esperado, a tal punto que las tropas de ocupación no tenían
ni siquiera qué comer, por lo que obligaban, a punta de pistola, que la
población les suministrara comida, lo que terminó agravando las
relaciones.
Por otro lado, los esclavos libertos eran obligados por las leyes
agrarias de Boyer, a trabajar en las tierras comuneras y
apropiadas,-como las que le quitaron a la iglesia-, en condiciones mucho
peor que antes de la emancipación, lo que significaba un precio muy
alto por su libertad.
Esto agravó la situación en Haití, dando lugar a que surgiera un
complot para derrocar a Boyer, lo que permitió que en la parte española,
Duarte y los Trinitarios se aliaran con los Revolucionarios haitianos.
¿Por qué el fracaso de esta política de Boyer? Muchos historiadores
afirman que una de las razones fue el factor demográfico, y por otro
lado, la falsa esperanza del mito que empezaba ya en la época, del
paraíso del Este.
A partir de las invasiones haitianas de 1801 (Toussaint), y de 1805
(Dessalines), la población de la parte española empezó a decrecer
(126,000 habitantes), porque no soportaban los regímenes de terror y
fuerza de los haitianos (500,000 habitantes), y empezaron a emigrar,
principalmente a Cuba, Puerto Rico y Venezuela.
Se afirma también que la consecuencia político-social de la
demografía haitiana es y ha sido siempre su incapacidad de unificación,
por su procedencia de diferentes regiones de África, que desde el lejano
continente son tribus hostiles entre sí, de diferentes etnias: Achanti;
dahomeyanos; bantúes; nkomis; mobalis; zulúes y hotentotes. Estos
problemas aún persisten en el tiempo, y se ha convertido en una tarea
difícil de negociar con los haitianos.
En el caso de los haitianos, estos habían pasado de esclavos a
libertos, sin conciencia de dónde se encontraban, con apenas medio siglo
de presencia en la isla. Un esclavo tenía un promedio de vida de 30
años, es decir, que al momento de la independencia haitiana, salvo una
élite de libertos, la mayoría de los esclavos tenían menos de 10 años en
la Isla.
Mientras que en la parte dominicana la población tenía más de 3
siglos y medio mezclándose entre españoles-africanos, y los pocos
aborígenes que quedaban.
Posteriormente, la Guerra de Restauración cambió de forma positiva
las relaciones entre los dos países, ya que los haitianos colaboraron
con los revolucionarios dominicanos, y el presidente haitiano de la
época, Fabre Geffrard, suministró armas y refugio desde su territorio.
El general Geffrard entendía que era mejor favorecer a los dominicanos que a un imperio que al final podía tratar de ocuparlos.
Al finalizar la Guerra de Restauración en 1865, los gobiernos de
Haití y República Dominicana, firmaron, en 1867, el primer “Tratado de
Paz, Amistad, Comercio y Navegación” entre ambos países.
Aún así, las contradicciones de la sociedad haitiana fueron
aumentando, sobresaliendo los propietarios de plantaciones y mercaderes
de madera, los cuales establecieron varias regiones, cada una de las
mismas con un puerto, el cual permitía las exportaciones de campeche y
derivados agrícolas como el tabaco, café y cacao. “Es en este período
donde se acelera la deforestación”.
Mientras ellos, seguían ocupando las regiones del Norte y Sur-Oeste, y
los mulatos mayormente el Sur, herencia de Pétion y sus repartos de
tierra. La mayoría del pueblo haitiano vivía del sustento precario que
daban los conucos de los cuales eran propietarios, reproduciendo lo que
conocían, es decir, el modo de producción africano (conuquerismo) en
función del origen (Mandinga, carabalí, etc.) agrupados en lo que
llamaban “Lakou”, que consistía en un conjunto de chozas agrupadas en
círculo. Solo se beneficiaban del mercado los que participaban del
comercio de Campeche.
Así llegamos al final del siglo XIX, con una presión demográfica
haitiana de dos millones de habitantes, frente a tan solo unos 600,000
habitantes en República Dominicana, aunque la sociedad dominicana empezó
a transformar su espacio con la llegada de inmigrantes de otros países
(Cuba, Puerto Rico, Venezuela, y del Caribe en general), atraídos por la
relativa estabilidad del país, y la posibilidad de hacer negocios, en
un lugar donde la actividad comercial era incipiente, así como la
industria azucarera (los ingenios), traída por los cubanos que huían de
la guerra de independencia de Cuba en esa época. La actividad laboral
del hatero en el Este, sustituyó la antigua próspera región de la
frontera .
Es oportuno señalar que la ocupación estadounidense de Haití (1915) y
en República Dominicana (1916), tuvo un impacto desfavorable en algunos
aspectos fundamentales en ambas economías y sociedades. En Haití,
independientemente de los aportes en infraestructura (orientados a
facilitar la centralización), la ocupación destruyó la regionalización
creada por las 11 ciudades portuarias.
Con la política de centralización impuesta por el ocupante, todos los
productos debían canalizarse a través de Puerto Príncipe, único puerto
autorizado a exportar e importar. Esto suscitó un levantamiento de
guerrillas en cada región, las cuales fueron sofocadas violentamente por
la infantería de marina de los Estados Unidos de América.
El resultado de esto fue que los agricultores y campesinos perdieron
el mercado de proximidad, que significaban las ciudades portuarias,
perdiendo competitividad, ya que los productos había que trasladarlos a
Puerto Príncipe. Al final, la mayoría de los campesinos emigraron
masivamente a la región de Puerto Príncipe o se enrolaron después como
trabajadores agrícolas en República Dominicana, principalmente en la
industria azucarera. Como puede colegirse de este breve recorrido por la
historia de los dos países que ocupan esta hermosa isla, los problemas
no se han resuelto ni se pueden resolver con mitos, rencores ni
resentimientos, sino con actitudes progresistas y realidades, en una
isla, divisible “por los siglos de los siglos”.
15 de julio de 2017