lunes, 19 de enero de 2015

(Notas de un viaje a la frontera)


¿Qué nos queda de nuestro país?


Por Manuel NÙÑEZ Asencio


Durante años he viajado  a la frontera, acompañado de mi amigo el embajador William Páez Piantini.  Juntos hemos recorrido desde el borne 1, en el talweg  del río Dajabón  hasta la pirámide 311 en Pedernales. A veces  acompañando a los estudiantes de Geopolítica y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Ministerio de Defensa. En otras ocasiones, por cuenta propia,  como parte de la preocupación permanente y de las observaciones sobre el estado de nuestro desventurado país.

La frontera que separa a República Dominicana de Haití tiene 391 kilómetros de longitud. Consta de cinco provincias: Montecristi, Dajabón, Elías Piña, Independencia y Pedernales. Representan 10.527 km, el 21%  del territorio nacional. La desigualdad entre los dos territorios supone una amenaza a nuestro país.  Según los censos albergan a unos 290.000  dominicanos,  menos del 3.9% de la población del país, mientras en lado haitiano  en las cercanías de nuestro país,   proliferan  3,5 millones de haitianos.  Las tres
ciudades Puerto Príncipe, a 50 kilómetros de Jimaní, Cabo haitiano y el Departamento de Hincha  rozan  una frontera dominicana deshabitada. Una línea divisoria marcada exclusivamente por bornes, padrones, sin obstáculos, sin alambradas, sin muros, que nos separa del país más empobrecido del continente, que se convierte en una amenaza permanente a nuestra existencia.

Hay tres fronteras:  1. una demarcación fluvial de 172 kilómetros (río Dajabón, el arroyo Bernal, el río Libón, el río Macasia y el Artibonito,  el río Mulito, la cañada de Bois dormé y el río Pedernales); 2. Una línea marcada por macizos montañosos en Restauración, por una carretera internacional y continuada por la Sierra de Neiba y por la Sierra del Bahoruco.  3. Y,  finalmente, una raya  constituida  por valles como Elías Piña y Jimaní y continuada por llanuras, tal como acaece en Pedernales, en el Mar Caribe; en la llanura de Manzanillo, en el Atlántico.
1.   La primera estación de nuestro viaje es Manzanillo (Montecristi) . En el puerto donde aún se hallan las ruinas de la Grenada Company  visitamos  el Destacamento de la Armada. Allí  permanecen, incautadas,  decenas de embarcaciones ilegales, con los cuales  los haitianos han penetrado en nuestro mar territorial;   envenenan los peces;  destruyen toda la fauna marina. Escuchamos relatos escalofriantes. En los Cayos  y en los islotes de  Los Frailes han destruido los nidales de los bubíes y han depredado toda la fauna del mar.  La Marina no dispone de recursos para capturar las embarcaciones furtivas, que, durante la noche se introducen en las aguas territoriales dominicanas. En una desolada  playa de Manzanillo,   en el borne 1,  empieza nuestro país. Dos  centinelas cuidan ese puesto, extremadamente vulnerable; los pescadores haitianos vienen  del otro lado del río, penetran en el país  durante la noche ;  convierten la frontera dominicana en un colador . Salimos de la frontera marítima y seguimos a Dajabón.

2.   Primer puesto oficial de control Dajabón-Ouanaminthe. En
Dajabón la frontera se halla representada por el río Dajabon o Masacre y en sus municipios Loma de Cabrera, Restauración, Partido, El Pino. En los días de mercado, la población haitiana que se abastece de ese mercado,  se agolpaba a las puertas de la fronteriza, e ingresaban al país, masivamente,  sin ningún control de identidad ni de paquetes. No había unidad canina para detectar drogas ni se podía localizar el ingreso de armas ilegales, eran ríos humanos de niños, ancianos, mujeres embarazadas y la ciudad era prácticamente presa de venduteros, pordioseros y motoristas haitianos. Con la llegada del crepúsculo, la mayoría de haitianos regresaba, se quedaban algunos cuantos miles cada vez. Unos eran localizados en Cañongo, en Copey,  en la avanzadilla de Villa Vásquez.  En nuestro último  viaje, fueron capturado sólo el primer día, unos 500 haitianos durmieron en la fortaleza y serían repatriados al día siguiente.  Otros cruzan las redes de vigilancia, son introducidos por personas que se dedican al tráfico de personas, y que suelen cobrar entre 3000 y 5000 pesos. Dajabón  tiene una de las aduanas más importantes;  es centro de exportaciones e importaciones entre los dos países; tiene una importantísima agricultura y ganadería, y además, tiene en el municipio de Restauración una de las mayores minas de oro, plata y zinc de la isla. En Dajabon operan las ONG pro haitianas manejadas por los jesuitas. En 2013,  la ciudad fue amenazada con una marejada humana conducida por el padre Regino Martínez que estuvo a punto de descarrilarse en un incidente internacional.  El padre Regino ha continuado con sus faenas de introducir haitianos en la tierra prometida en la comarca de Sanché, con muy bajo perfil. Le sustituyó en el comando de la orden jesuita el Padre Travieso.  Opera, igualmente, la ONG Visión Mundial que se ha dedicado a construirle casas a los haitianos en la misma línea fronteriza,  en Cavacieres,  en Pedro Santana; a orillas de la carretera Internacional, se levantan pueblos enteros desgajados de los centros  haitianos. El Ejército, en la décima compañía, el mando central del CESFRONT, el J2,  el batallón aéreo, con asiento en Restauración, la unidad antidrogas del DOIF, distribuidos en 27 destacamentos y el cuerpo especializado del CESFRONT centrados en Capotillo,  todos tienen como misión controlar el paso de indocumentados, , el tráfico de niños, la trata de personas, contrabando de armas,  el tráfico de drogas. Son tareas inmensas.  Porque, además, por esa frontera cruzan  delincuentes del crimen organizado, delincuentes haitianos fugados de las cárceles y cargamento de  carbón, procedente del desmonte de nuestros bosques  y áreas protegidas.
En Villa Anacaona, tras cruzar el puente sobre el Río Libón, en la carretera internacional, nos topamos con Tilorì. Un pueblo haitiano situado en la misma orilla de la línea fronteriza constituida por la carretera internacional.  Los días de mercado se instalan en la porción dominicana de la carretera; lo han hecho tantas veces, que ya comienza a observarse a más de mil metro de altitud la deforestación total de los pinares de la carretera internacional. Una vez reducido a ceniza el bosque en la parte haitiana, ya comienza un proceso muy semejante en la porción dominicana, que, en esas soledades, está completamente deshabitada. Dajabón muere. Se deforesta. Se despuebla. La porción montañosa desde Villa Anacaona a  Los Algodones se halla completamente carbonizada. Según informaciones del CESFRONT,  se han establecido en la zona fronteriza más de 2.420 familias haitianas. Hay pueblos enteros, en la Sierra del Bahoruco, en Puerto Escondido,  en El Aguacate, completamente  poblado por haitianos que se han implantado en  el Parque Nacional de la Sierra de Neiba, en el Parque José del Carmen Ramírez y el Parque Jaragua. Allí se encuentran las grandes reservas boscosas del país. Allí , en Nalga de Maco, nace el Artibonito;  en las estribaciones del Bahoruco, nace el Yaque del Sur y todos sus afluentes. (Diario libre, 12/11/15).  En todas esas comarcas
despobladas se han implantado poblaciones carboneras, que constituyen la mayor amenaza a nuestra existencia material.
La tercera estación de este periplo por la demarcación fronteriza la constituye  el paso fronterizo en el valle de Elías Piña-Belladere.  La línea la constituye el arroyuelo Carrizal. En este lindero los haitianos han levantado un muro de un kilómetro y medio de longitud,  para contrarrestar la presencia de los comerciantes dominicanos, en el mercado fronterizo de Belladere , el único plantado en territorio haitiano, con la colaboración  internacional.

Luego la frontera vuelve a elevarse y queda marcada por la sierra de Neiba.  La cuarta estación se halla en Jimaní-Malpasse.  Aquí la frontera la constituye la orilla del Lago del Fondo, llamado Saumatre o Lago Azuei.  Los grandes desplazamientos de tierra de las montañas sin árboles se vierten en el Lago, y han desplazado la línea fronteriza más de cuatro kilómetros hacia nuestro país. Esta circunstancia no es única, hay más de 50 pirámides desaparecidas. En dos ocasiones las instalaciones de las aduanas, y el puesto fronterizo han reculado kilómetros,  las pirámides fronterizas se hallan hundidas en el lago, permanecen enterradas en el centro del Lago.  Las aguas han borrado la raya divisoria.. Ya la orilla del Lago no es la línea fronteriza;  pero los haitianos continúan en la orilla, con embarcaciones y poblados fundados en la porción dominicana. En las Lajas, en la Cuarenta, en Boca de Cachón,  se han convertido en almacenes de carbón. Las montañas de sacos de  carbón,  producto de la depredación de nuestros bosques,  son transportadas en embarcaciones a través del lago del Fondo. Miles de haitianos viven de esta calamitosa empresa de destrucción. Haití consume más de seis millones de metros cúbicos de madera por año. El porvenir  se puede predecir a partir de lo que ocurre en el presente.  La comunidad haitiana es un organismo viviente, prolífico,  dinámico que ha aniquilado  el suelo material de su supervivencia,  se expande al territorio dominicano, y reproduce la  depredación que han mantenido durante siglos.
Solo una comprensión cabal de la circunstancia y una reacción valiente dirigida a detener el fatal determinismo podría ponerle coto a las consecuencias de lo que está ocurriendo aquí y ahora, que es la lenta extinción, o, por mejor decir, la aniquilación del territorio nacional.
         En Jimaní nos hallamos con el triste malvivir de unas poblaciones  entregadas al caos producido por la descomposición del Estado haitiano. Escuchamos relatos desgarrantes. En las noches, las calles se han llenado de prostitutas haitianas; los estadios se han transformado en campos de fútbol, en el barrio de Los Espartillos no queda ya un dominicano; los casos de SIDA han crecido superando sobradamente la media nacional; la población del municipio rebasa el 18%;  se ha colado, desde Haití, la encefalopatía del cerdo; se han introducido el deprimente espectáculo de las llamadas fiestas del gallo,  donde, una pareja de haitianos, realizan ante el publico  un acto sexual, en plena calle y rodeado como en las galleras de una multitud vociferante.

         El viaje que emprendimos concluye en el puesto Pedernales- Anse a Pitre..

La más vulnerable y la más despoblada de todas las provincias.  Un río muerto, seco y depredado marca como una lengua amarilla la división fronteriza.  Baja desde la cañada de Bois Dorme, se une al río Mulito y luego queda represado en el canal de derivación, que vierte una porción de agua  a las poblaciones de Anse a Pitre y  destina el agua de Pedernales casi exclusivamente a la agricultura.
         Desde Anse a Pitre penetran los haitianos a la población costera de Oviedo. Se han implantado como una colonia en la costa y han fundado el pueblo de Troudille, que marca , al igual que Verón, un proceso de vertiginosa suplantación de los dominicanos.
         En su discurso de ingreso  a la Real Academia Española, Carlos Castilla del Pino, una de las lumbreras de la psiquiatría, nos dice que los seres humanos tenemos por así decirlo, dos biografías y , desde luego, dos vidas. Una vida real constituida de frustraciones, desengaños, errores y limitaciones; y otra vida mental, fantasiosa, soñada, hecha de ambiciones desbordadas y de alucinaciones. En más de un caso, suplantan la vida real por la vida soñada. Ante la destrucción del territorio de Haiti, ante la pérdida de toda esperanza, los haitianos añoran volver a las circunstancias de 1822,  cuando Haití ocupaba Santo Domingo y sus políticos sometían a la obediencia a los dominicanos; la servidumbre a ese delirio ha profundizado el hundimiento de ese país. Entre los haitianos  nadie enfrenta la desgracia. Todos tienen , al parecer , una fe ciega en el intervencionismo internacional.  Sin embargo, ni la irresponsabilidad del mando político, que ha privado a la frontera de recursos; que ha suspendido las deportaciones de ilegales, que ha desmoralizado a las autoridades, encargadas de contener las marejadas humanas; ni las componendas de los enemigos internos y externos, quebrarán la lealtad de la mayoría de los dominicanos al acto fundacional del 27 de febrero de 1844.

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lunes, 12 de enero de 2015

Callados, humillados y resignados!


El país merece la verdad

                 
Por: Vinicio A. Castillo Semán


“Y conoceréis la verdad,
y la verdad os hará libres”  Juan 8:32


El día 2 de enero el país estuvo gravemente expuesto a acontecimientos de imprevisibles consecuencias que milagrosamente no terminaron en un lamentable baño de sangre.

Todo inició cuando la Armada de la República Dominicana empezó, horas antes, a hacer su trabajo de proteger nuestras costas fronterizas ubicadas en Pedernales de las insolentes y descaradas depredaciones de que ha sido objeto por parte de pescadores haitianos, que han literalmente acabado con todas las especies, protegidas y no protegidas, de la zona.

En esa encomienda totalmente legal, se apresaron a los ciudadanos haitianos que habían violado nuestras aguas territoriales y se procedió a la correspondiente incautación de sus embarcaciones.  En respuesta a esa actividad legítima de República Dominicana como Estado soberano, miles de haitianos enfurecidos rompieron la puerta de la frontera domínico-haitiana en Pedernales, entrándole a pedradas a las autoridades civiles y militares dominicanas de puesto en dicho paso fronterizo.

Los guardias del Cesfront actuaron sin duda con gran ecuanimidad y la mano de Dios impidió que de las numerosas pedradas lanzadas por la turba en su contra ninguna impactara sobre ellos.  Si eso hubiera ocurrido, se hubiese producido una tragedia de la cual nadie está en condiciones de predecir su alcance.

Como parte de las represalias el Consulado Dominicano en Anse-A-Pitre fue asaltado por las turbas de civiles haitianos y su personal civil y militar fue secuestrado hasta tanto los pescadores haitianos y sus embarcaciones fueran devueltas.  ¿Qué hizo la autoridad haitiana?  ¿Qué hizo la Minustah?  Conforme al derecho internacional y a la Convención de Viena, era la obligación legal de Haití y de la Minustah (que lo tiene ocupado militarmente), liberar y entregar sin condición alguna, sano y salvo, a todo el personal secuestrado, procediendo al apresamiento de los secuestradores civiles haitianos. 

¿Qué ocurrió?  Que ni las autoridades haitianas, ni las de la
Minustah, cumplieron con su obligación legal y diplomática, sino que, por el contrario,  se hicieron cómplices de los secuestradores al aceptar  que el Estado Dominicano tenía que arrodillarse ante sus demandas, devolviendo los haitianos detenidos por autoridad competente y sus pertenencias, produciéndose un canje de secuestrados dominicanos por prisioneros haitianos.

¿Qué hizo la Cancillería y la autoridad dominicana posteriormente?  Como era día 2 de enero, empezó un gran esfuerzo mediático para que el pueblo dominicano no conociera de los graves hechos sucedidos y de la ofensa a nuestra soberanía.

Gustavo Montalvo
El miedo de la Cancillería y del Ministro de la Presidencia, Gustavo Montalvo, que ha dirigido el tristemente célebre “Diálogo Binacional” con Haití, fue que estos hechos, de conocerse en la dimensión diplomática nacional e internacional que tienen, dañarían la percepción ficticia mediáticamente fabricada de la existencia de una supuesta nueva era en las relaciones armoniosas de República Dominicana y Haití. 

Es en ese contexto que quien ésto escribe junto con los diputados Víctor Gómez Casanova, PRD, y Luisín Jiménez, BIS, sometimos un proyecto de resolución a la Cámara de Diputados condenando los graves hechos ocurridos, constitutivos de secuestro en contra del personal consular de nuestro país en Anse-A-Pitre, Haití.

Esa acción fue seguida por un patriótico y valiente pronunciamiento del presidente de la Cámara de Diputados, Abel Martínez Durán, y del oportuno y correcto pronunciamiento del PRD y Miguel Vargas Maldonado, en el mismo sentido, con lo cual el chanchullo de silencio, de ocultar los hechos ocurridos, cayó bajo la indignación del pueblo dominicano. El argumento para el silencio cómplice y para querer echarle el agua al vino diciendo que no hubo secuestro, sino “retención forzosa”, “excesos”, “incidentes” y una serie de eufemismos para ocultar la verdad, es el chantaje vulgar de que no se puede decir la verdad de lo acontecido porque eso alimentaría el odio y la confrontación entre el pueblo dominicano y haitiano.

La caradura y ridiculez de quienes así se han expresado implica que los dominicanos tenemos que soportar todas las humillaciones de los haitianos; incluyendo el secuestro por turbas de civiles de nuestras Embajadas y Consulados. Callados, humillados y resignados!  Si ejercemos nuestro derecho soberano a defendernos y reclamar nuestros derechos conforme a las convenciones internacionales y alzamos nuestra voz en defensa de la dignidad nacional, estamos en esa visión “miope y perversa”, azuzando las contradicciones y los odios para un desenlace trágico.

Paradójicamente, el desenlace trágico que puede sobrevenir lo está produciendo la inacción y la parálisis del gobierno en aplicar las leyes y los controles que, por mandato de la Constitución, está obligado a asumir para parar la invasión pacífica de haitianos sobre nuestro territorio.  ¿Cuál fue el mensaje que la Cancillería envió a las autoridades haitianas cuando accedió a sus pretensiones en base al secuestro violento?  Lejos de resolver el problema, como creen algunos tontos, lo que han hecho es agravarlo para fines futuros, ya que las turbas y las autoridades haitianas cómplices entenderán que el “secuestro” es una vía que da resultados y no tiene ninguna consecuencia para ellos.  Y que el gobierno dominicano está tan atemorizado que ni siquiera se atrevió a condenarlo públicamente, ni informárselo a su pueblo.

El país merece la verdad.


Puntos de vista/Listín Diario
12 Enero 2015

¡Jamás se debió negociar el intercambio de diplomáticos por delincuentes!...


¡Indignos!

                 
Por: Oscar Medina Calderón


Hace tiempo que los pescadores de Pedernales y de toda la costa Suroeste del país vienen denunciando incursiones ilegales de faeneros haitianos en aguas territoriales dominicanas. Cualquiera que haya estado alguna vez en esa zona y se haya tomado el tiempo de conversar con los lugareños, habrá escuchado sus reclamos que incluyen la falta de acciones enérgicas de las autoridades dominicanas para contrarrestar esa práctica.

Pero ahora sabemos por qué: cuando la Armada actuó y apresó a siete pescadores haitianos en aguas dominicanas, el extremo sur de la frontera se convirtió en una hoguera.

El viernes 2 de enero turbas de haitianos agredieron a miembros del Cesfront y secuestraron a pescadores dominicanos y al personal diplomático que servía en el consulado en Anse -‡- Pitre, un pueblo fronterizo colindante con Pedernales.

Para liberar a los secuestrados fueron necesarias largas negociaciones y finalmente hubo que intercambiarlos por los infractores apresados.

Según los tratados internacionales, las sedes consulares son extensiones de los Estados que representan y de sus territorios. Y es responsabilidad de los países receptores garantizar la integridad física y la vida de los funcionarios diplomáticos acreditados ante los Estados y Gobiernos.

Por tanto, la agresión de esa turba al consulado dominicano en Anse -‡- Pitre constituye, como dijera el Presidente Juan Bosch en 1963 cuando se produjeron agresiones parecidas a la sede de la embajada dominicana en Puerto Príncipe, “un bofetada en la cara de la República Dominicana”.

Pero esos hechos tan graves no recibieron una reacción proporcional por parte de nuestras autoridades.

La respuesta a esa agresión debió ser el envió de efectivos militares a todo lo largo de la línea fronteriza. Y otorgarles un plazo a las autoridades haitianas o a la Misión de la ONU para que entregaran sanos y salvos a los funcionarios dominicanos. Y de no obtemperar, acudir a su rescate... ¡Pero jamás negociar el intercambio de diplomáticos por delincuentes!

Para completar el estropicio, las primeras declaraciones de un alto cargo del Gobierno fueron para minimizar los hechos: “Son incidentes que siempre tienen que lamentarse. Siempre en las fronteras de los distintos países se producen incidentes”. Fueron las palabras del vocero de la Presidencia Roberto Rodríguez Marchena. Y agregó que sucesos de este tipo “suelen ocurrir en las fronteras”.

Posteriormente, el ministro de Relaciones Exteriores informó que el Gobierno había emitido una nota de protesta al gobierno haitiano el mismo día que de la agresión... Habrá que creerle... Aunque el país vino a saberlo una semana después.

Y lo que a todas luces fue un secuestro de personal diplomático, y por tanto una agresión contra el Estado dominicano, el canciller Navarro lo describió como “una situación lamentable en torno a nuestros consulados, que ya resolvimos”. Para luego insistir pidiendo mayor tolerancia al pueblo dominicano con el tema migratorio y las relaciones con Haití.

La misma indignidad que ha caracterizado nuestras relaciones internacionales en los últimos tiempos. El mismo tipo de declaración timorata. La misma cobardía con la que actuamos cuando turbas atacaron la sede consular en Juana Méndez, o cuando han sido atracados y secuestrados camioneros y comerciantes dominicanos en Haití. El mismo temor a expresarnos cuando hemos sido difamados internacionalmente o cuando los funcionarios haitianos han violado sus compromisos burlándose de nuestras autoridades.

Por eso Fritz Cineas, embajador de Haití en República Dominicana, se atreve a hablar como lo hizo en el mismo Palacio Nacional. No sólo minimizando los incidentes, sino que acusó a la prensa de “exagerar las cosas”.

Cineas tuvo el tupé de responsabilizar a la prensa dominicana de incentivar la confrontación entre ambos países atribuyéndole la intención enturbiar las relaciones dominico-haitianas.

Y en lugar de disculparse, negó el secuestro de la misión consular dominicana en Anse -‡- Pitre.

Un atrevimiento imperdonable del señor Cineas, pues esa agresión alevosa no fue un invento de la prensa. Lo que contaron los diarios y las televisoras pasó. Y a diferencia de los medios haitianos --con Le Nouvelist a la cabeza-- los dominicanos no difunden el odio, no divulgan falsedades y no promueven la violencia hacia los haitianos.

La prensa dominicana siempre ha apostado por la buena convivencia entre haitianos y dominicanos, como una legitima expresión de los valores de este pueblo. No instiga al maltrato a los migrantes ni atribuye las culpas de los problemas dominicanos a la migración masiva y descontrolada del tipo que promueven los medios y las élites haitianas.

Y mucho menos inventa... Porque no son inventos las agresiones y vejámenes que constantemente sufren los dominicanos en la frontera o en territorio haitiano, sin que ese gobierno se haya pronunciado condenando esos hechos, y mucho menos haya sometido a la justicia a los maleantes que han secuestrado pescadores, transportistas y comerciantes dominicanos.

Algo que quizás pudiera explicar Cineas si admitiera sinceramente que su país nada puede hacer porque sus autoridades son ilegítimas, que carece de estabilidad económica y política, que es un pobre conglomerado social víctima de unas elites que les someten a la más abyecta e inhumana pobreza material y espiritual, y que son incapaces de articular un proyecto de nación que les impulse al desarrollo. Y que por eso se presentan como los menesterosos de la región para mendigar limosnas en lugar de trabajar y echar hacia delante su país.

Pero no lo admite ni lo aceptará jamás, porque Cineas forma parte de esas élites gobernantes desde los tiempos de Jean-Claude Duvalier, un dictador, asesino y ladrón con quien colaboró llegando a ocupar importantes puestos en el cuerpo diplomático desde donde defendíaa capa y espada “el duvalierismo más puro”.


Pero el culpable no es Cineas porque esa vergüenza de embajador es 
simplemente un digno representante de su patético gobierno... La culpa es de las autoridades dominicanas que se lo permiten... Pues en un país que se respete, por menos de ahí lo habría echado de mala manera.


Pero eso sería en un país con dignidad, con un gobierno que defienda su soberanía y se haga respetar. Lamentablemente ese no es nuestro caso...

¡...Porque algunos de estos funcionarios son tan indignos como ese embajador!.



Puntos de vista/Listín Diario
12 Enero 2015

Haití no puede constituirse en una responsabilidad de nuestro país


El suicidio  de una nación


Por Manuel Núñez Asencio

         En París, el acontecimiento cultural más importantes en los últimos días del 2014, además de las exposiciones de Hokusai y de la retrospectiva extraordinaria  de Marcel Duchamps, fue indiscutiblemente  la controversia  generada  por la publicación de la obra “ Le suicide francais “ (Albin Michel, 2014) del escritor Eric Zemmour. En  pocos meses ha vendido más de medio millón de ejemplares.   Si se toma en cuenta las repercusiones que el libro ha tenido en los  todos los programas de opinión, le queda aún un buen trecho por recorrer.

 El  libro de Zemmour, un ensayo provocador,  un grito de alarma, fundado en estadísticas y en estudios más importantes y de mayor  enjundia  como la notabilísima obra “ Les yeux grands fermés”  ( Con los ojos cerrados, Denoel 2010) de Michele Tribalat o el  estudio  de Malika Sorel  Inmigration –integration: le langage de verite” ( 2011) o el texto de Jean Yves le Gallou “  La preference nationale: response a l¨inmigration”  (Club de L´Horloge, 1985) .  Con todo, el autor  propone mostrarnos un país que se deshace.  Primero, porque  ha anulado sus fronteras; segundo,  porque ha colocado su soberanía en manos de la burocracia de Bruselas; tercero, porque la mayor porción de sus élites políticas ha renunciado a la Independencia en nombre de un proyecto internacional; cuarto, porque la excesiva inmigración extranjera ha roto la  unidad nacional; quinto, como consecuencia de todo lo anterior, ese país se halla ante la pérdida de todas las certidumbres, ante la destrucción del proyecto de nación.
  
¿Por qué generan tanta preocupación y despiertan tanto entusiasmo  los libros que se refieren a la identidad del país, al porvenir de la nación?  Y, ¿por qué han dejado de interesar aquellos libros inspirados en quimeras ideológicas y falaces redenciones?.

         Contrasta el libro de Zemmour con la acogida indiferente de otra obra publicada por estos pagos, Devenir soi  (“Llegar a ser uno mismo “, Fayard, 2014)de Jacques Attali, un economista izquierdófilo,  plagado de ideas neoliberales,  consultor internacional, que, vende sus informes por todo el mundo, aunque ya  se sabe, se trata de ideas que han fracasado radicalmente. Los programas de opinión suelen invitar a los dos  polemistas . Ambos expresan las dos grandes tendencias que representan a Francia. Veamos, grosso modo, cómo piensa cada uno.

1.   Attali nos anuncia sus predicciones desacreditadas. Ante el desastre que supone el predominio económico del euro, el desempleo que no cesa, los problemas de las poblaciones no incorporadas al cuerpo general de la nación, Attali confía en el advenimiento de un Gobierno mundial. Convierte sus deseos en una meta social. El conejo que ha sacado de la chistera es el altruismo.  Por la magia de su verbo, los hombres se volverán altruistas, generosos, desprendidos. Se trata de un hombre que vive en los aeropuertos. Que se ha olvidado de su propia nación. Como todos los hombres de izquierda de Francia suele creer en la superstición de su superioridad moral. La ideología que suele pregonar, según esto, le otorga una cierta infalibilidad y el derecho permanente a experimentar con la sociedad, desde luego  sin pagar las consecuencias de  esos fracasos.
2.    
Pertenece Attali a la vieja tradición de intelectuales embaucadores que sedujeron a las juventudes de otros tiempos.  ¿Quién le ha pedido cuentas a Antonio Negri, el inspirador de las Brigadas Rojas? ¿ ¿dónde están los jóvenes que, influido por su credo, quisieron tomar el cielo por asalto y desperdiciaron sus vidas creyendo en esos vendedores de ilusiones? En “ Devenir soi “ , Attali se centra  en el individuo. Se olvida del pueblo, de la sociedad.  El altruismo  que proclama debería conducirnos a destrucción de nuestra propia sociedad.  Conforme a  lo que plantea Attali, una vez que se desmantele la sociedad, de la nación, de la familia y todas las instituciones, llegaríamos al día radiante que nos propone en su obra, inspirada en el gurú estadounidense Carlos Castaneda. En su texto Attali se muestra como un hombre desencantado de una sociedad y de un pueblo en el que no cree ni siente simpatía. Al mismo tiempo que proclama la anulación del proyecto colectivo, coloca al individuo como protagonista de su propia vida.

3.   Zemmour nos recuerda, en contraste, que la historia es trágica. Del desequilibrio demográfico entre inmigrantes y nacionales en la sociedad francesa, de la suplantación de la poblaciones caeremos  en  un enfrentamiento de las poblaciones nacionales que verán destruirse su modo de vida, a las que se imponen realidades generadas por circunstancias extrañas al país. Las minorías que han tomado el mando han decidido de desmigajar a Francia, han secuestrado al Estado y han desguazado la sociedad y  las instituciones. No estamos como suele decirse ante una realidad irreversible, sino ante el despliegue de la voluntad de una minoría que niega la nación, las instituciones y la sociedad. Se ha llevado a cabo una fabulosa campaña que ha vaciado la historia de su contenido. La gente no sabe en qué país vive ni hacia dónde va ni de dónde viene. Zemmour ha dicho sin tapujos lo que todo el mundo piensa en ese país. Se ha revelado contra la traición de los intelectuales que se han plegado a esta visión.  Por todas estas razones,  ha recibido una salva de insultos zafios. La realidad, sin embargo, supera los discursos mentirosos, plagados de compasión. Si se les otorga papeles y permisos de residencia a todas las poblaciones que desean establecerse en Francia, tras los primeros  vendrán otros, inspirados en la estrategia de la reunificación familiar, y así hasta borrar el país. Se ha destruido el empleo de las clases bajas, y ante un mundo sin empleo, sin servicios, carcomido por las miserias, ¿qué quedará de una sociedad, que,  con semejantes problemas, ha desmantelado su soberanía, ha perdido el control de su destino y se niega a ver la realidad que la corroe  y la hunde?

Insultado, caricaturizado, cañoneado con una salva de denuestos, Zemmour como los buenos toreros escapa brillantemente de las embestidas, con una montaña de argumentos .  Es un autor que se lee con placer, porque no escribe  con el lenguaje pedante  de los sociólogos. Dice las cosas con elegancia y con imágenes extraordinarias.  Su diagnóstico es una clarinada. Llega a unas conclusiones que no puedo compartir. Zemmour concluye: Francia ha muerto ( pp. 4, 23,24,238,519) . Conclusión desesperanzada, sin soluciones.  No ha muerto, ni es probable que muera. Dispone de más de medio millón de territorio de ultramar, con unas inmensas riquezas marítimas;  dispone de  un extraordinario sistema  educativo, capaz de sobrellevar el fardo de esos problemas; es una gran potencia y un país que ha  exportado su lengua y su cultura  a tres  continentes y es una vieja nación , que, en el pasado, ha visto desaparecer a su propio Estado y se ha levantado vigorosamente  de sus cenizas  como el ave fénix

El diagnóstico que hace Zemmour de las circunstancias de Francia puede aplicarse punto por punto al caso dominicano. . Corremos riesgos demográficos, políticos y geográficos que amenazan nuestra existencia.  El  desplazamiento intra insular se ha convertido en una ocupación extranjera, que ha desnacionalizado el empleo y la cultura, que destruye los modos de vida, la soberanía nacional, la frontera jurídica . Ninguna fuerza política se ha dedicado a defender a la clase trabajadora. Ninguna ha tomado en cuenta el porvenir de los dominicanos, salvaguardar su legado histórico, preservar las conquistas sociales

 Una sociedad que se niega a defenderse, y que, sin embargo, enfrenta tres grandes  desafíos que pueden disolverla.

1.    El desafío demográfico. El desbordamiento de una población haitiana que crece a un ritmo vertiginoso de más de 3%, y que según los cálculos  del gran geógrafo haitiano Georges Anglade, entre las diásporas y aquellos que se hallan en el territorio insular, rebasa ligeramente  los 14 millones de haitianos ( L´Hebdo, 14/9/2007).

2.    El  desafío político,  la  Independencia nacional que puso punto final a la ocupación haitiana y nos devolvió el control de nuestro territorio podría quedar despedazada por los acontecimientos que se están produciendo aquí y ahora.  Como se sabe, la República  Dominicana al compartir la isla de Santo Domingo con otra nación basa su existencia en el equilibrio. Una población haitiana que supera el 3% constituye una amenaza a la unidad de la nación, y al proyecto que constituimos los dominicanos desde 1844.

3.    El desafío territorial. El  desastre medioambiental   ha convertido ese país en una nación inviable. Sin capa vegetal apreciable, se ha transformado en el país más empobrecido
del continente, sin posibilidades de una agricultura, y devastándose a un ritmo de un 4% anual.  Haití consume seis millones de metros cúbicos de madera por año y tal circunstancia hace que cientos de miles de haitianos se implanten en nuestros parques nacionales,  en las faldas de las montañas fronterizas. Miles de haitianos viven de esta fabulosa empresa de destrucción, que  compromete seriamente la supervivencia de nuestro país.

Todas nuestras conquistas sociales, los modestos progresos que hemos obtenido durante el paréntesis democrático vivido tras la decapitación de la dictadura de Trujillo , podrían volverse cenizas, arrasadas por las marejadas de invasores, cuya pobreza sin parangón, al parecer,  les da derechos a liquidar a nuestro país.

Frente a esas grandes señales de decadencia y de horror, la única solución que han previsto la clase política al mando es profundizar las dificultades  y hundirse aun más en el abismo.  La encuesta de la ONE, patrocinada  por el Ministerio de Economía y Planificación, y auxiliada por el Centro Bonó y otras organizaciones, pretenden convencernos de que no hay que ver a los inmigrantes haitianos como un problema, sino como una oportunidad para el desarrollo.

A pesar de todas las estafas intelectuales de expertos mentirosos y de gente sin probidad,  invito a los lectores a que se hagan estas preguntas: ¿ Podremos darle trabajo y fomentar el desarrollo personal de nuestro pueblo, importando trabajadores, que les arrebatan los mecanismos de supervivencia a los dominicanos y
destruyen el valor del salario? ¿Podremos los dominicanos proteger a nuestra población, importando enfermedades del país con la mayor proporción de enfermedades contagiosas del continente y dejando que estas poblaciones devoran los presupuesto de la salud pública? ¿ Qué ganará nuestro país al introducir en las escuelas a una población extranjera que daña el proceso de enseñanza aprendizaje?

 Dentro del enfoque, que tiene primacía en los ámbitos políticos en lo que toca al tema haitiano hay dos posiciones.

Una, nacionalista que plantea que hay  proteger a los dominicanos de estas amenazas a su porvenir y su existencia como pueblo. Que Haití no puede constituirse en una responsabilidad de nuestro país.

Otra,” progresista”  , según la cual, los dominicanos deben renunciar  a sus progresos, dejarse suplantar en los empleos, en los hospitales y en la escuelas por estas poblaciones. Y, finalmente, entregarle los documentos que su Estado le niega, y además, recibir la salva de injurias internacionales por privar a los haitianos de la documentación  que su Estado irresponsable, granuja, extorsionador le ha robado.  En términos estrictamente judiciales, los haitianos como todas las naciones tienen derecho al trabajo, a la salud, a la educación y a tener una identidad. Son derechos humanos indiscutibles. Pero esos derechos no pueden obtenerlo arrebatándoselo a los dominicanos, sino que deben exigirlo y obtenerlo en los linderos de su territorio, pidiéndoselo a su Estado  y debería ser una obligación de su Gobierno, no del  nuestro.

Una porción muy apreciable de la prensa, de los intelectuales, de los dirigentes políticos y de los empresarios se han unido en contra de los intereses del pueblo dominicano. Su amor a esos  extranjeros se ha convertido en un auténtico odio a nuestra existencia, amenazada como  nunca antes en toda nuestra historia.